¡Ustedes, puertas, levanten sus dinteles! ¡Ensánchense ustedes, puertas eternas! ¡Ábranle paso al Rey de la gloria! Salmo 24.7
Hace poco tiempo nos mudamos. Fue un verdadero desafío ingresar algunos muebles a la nueva vivienda. Los roperos no entraban por la puerta y desafiaron nuestra imaginación. Gracias a Dios, las ventanas eran lo suficientemente amplias y los entramos por allí. No siempre las aberturas tienen el tamaño para ingresar por ellas con facilidad. El Salmo 24 nos habla de la venida de un rey, el Rey de la gloria. Era un gran Rey. No por su tamaño y pompa sino por su importancia. Es por eso que el salmista invita a agrandar las puertas a lo ancho y a lo alto: ensancharlas y levantar los dinteles o umbrales superiores. ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Es el Señor, el fuerte y valiente! ¡Es el Señor, el poderoso en batalla! Este Rey merece ser recibido porque trae la salvación. Si bien Dios, el Señor del mundo, es grande y majestuoso, tiene la capacidad de hacerse pequeño y humilde. Así lo ha demostrado al hacerse un ser humano en Jesucristo y al morar en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Pero la importancia de su venida requiere que estemos preparados para recibirlo. Agrandar las puertas y abrirle paso significa ensanchar nuestro corazón, abrir nuestra mente, no ser estrechos a su Palabra. Esforzarnos por quitar aquello que entorpece su llegada. Reconocer nuestros pecados: arrepentirnos de todo corazón y quitar todo aquello que estorba su entrada para que, en su gracia, limpie nuestro corazón y lo purifique. Este Rey sigue viniendo por medio de la Palabra. Abramos nuestros ojos, oídos y corazón para que entre el Rey de Gloria. Gracias, Señor, porque a pesar de tu grandeza y poder vienes a nuestra vida para salvarnos. Ayúdanos a abrir la puerta de nuestro corazón. Amén. Para reflexionar: * ¿Alguna vez has tenido que quitar las puertas de tu casa para ingresar un mueble? * ¿Qué cosas estrechan nuestro corazón e impiden que Dios pueda entrar en él? * ¿Qué bendiciones trae el Rey de Gloria a nuestra vida? Rev. Omar Roberto Weber
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